Historia de Zebolla

La presente publicación sólo tiene como fundamento conocer un poco más, tomar noción de lo cotidiano y de la importancia en cada decisión en el mundo del tenis, sobre todo en aquél de los que no son figuras, de los que están lejos de los millones, de los que alguna vez se lo denominara como «del tenis pobre».

Una historia de Zebolla para comprender, no para llorar.

La vida de un deportista suele verse conmovida por diferentes motivos, a veces, inesperados. Pero cuando se lo programa, cuando es deseado, la cosa se maneja distinto.

La llegada de un hijo no es algo inocuo en la vida de un tenista y, si no pregúntenle a Wawrinka o Federer. Desde lo afectivo, lo presencial y lo económico, hay una modificación sustancial en la planificación, sobre todo, cuando más que una figura, se es un laburante de este deporte.

Es muy común ver a varios jugadores con sus mujeres e hijos circulando por los torneos. Ya de su época, Vilas contaba cuando varios de sus compañeros de ruta se turnaban para cuidar al pequeño Lars Ulrich (sí, el baterista de Metallica), mientras su padre Torben disputaba alguno de sus partidos.

Cuatro décadas después, Horacio Zeballos gira por el mundo junto a su pequeña Emma, algo que lo obligó a replantear cada paso de los que estaba acostumbrado a dar.

La alegría de volver a ingresar a los torneos grandes, Horacio la llevó a Roland Garros. Y a su regreso a Buenos Aires, el reencuentro con su antiguo entrenador, Alejandro Lombardo, para preparar la continuidad, su futuro cercano.

– Ale (comienza Zebolla), quiero que programemos las próximas semanas. ¿Hacemos la gira de césped completa o voy a los challengers?

– Y, creo que sería una buena alternativa ir al pasto -respondió Lombardo-. Pero podemos evaluarlo.

– Ya lo hice. En Halle no entro, en Nottingham tampoco (después ingresó). Saqué la cuenta y, si gano un challenger entro al US Open. Eso me daría el dinero suficiente para estar tranquilo hasta fin de año. Esto me permitiría viajar más tiempo con vos.

Luego de la charla, la inscripción en el challenger de Poprad (clay), en medio de dos torneos de césped, terminó siendo un acierto y dándole la llave de la puerta de entrada al Abierto de Estados Unidos. Zebolla gana el certamen y la alegría lo hace ver el futuro inmediato con otros ojos, con mayor tranquilidad.

«Salió bien», se dicen. A la hora de hacer el presupuesto, la charla se reinicia.

– Tenemos que pensarlo muy bien, porque yo viajo con Emma y mi esposa (Sofía).

– Está bien, pero llevemos a un preparador físico algún tiempo.

– Dale, pero no puedo sostenerlo todo el viaje, sabés que el presupuesto no da para tanto.

Con estas palabras, o algunas parecidas, la realidad de los jugadores más allá del puesto 60 -en mayor medida sudamericanos- es acomodada acorde al presupuesto que logran conseguir torneo a torneo, y resulta fundamental la toma de buenas decisiones para poder competir de manera más equitativa con el resto de los jugadores.

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