La carrera de Juan Martín del Potro vuelve a atravesar zona de tormenta, esa incertidumbre que provoca el balanceo del avión y la eternidad que asemeja su duración en el aire. La misma sensación que debe sentir hoy Juan.
Pasar alguna vez por el quirófano hasta puede parecer simpático, como tomado a modo de una anécdota de guerra. La segunda ya fastidia, pero pensar en una tercera… ¿Por qué, otra vez? Como un artista, en la conferencia de prensa que brindó en Australia, Del Potro había dejado una acuarela de su presente y entregó un boceto de lo que podía ser su futuro. Sus dichos fueron acompañados de signos de interrogación y puntos suspensivos, verbos en potencial y una semántica floja de precisiones. Pero no fue su culpa, la incertidumbre de las sombras de su tormenta era la responsable, la misma que hoy permite especular.
No tengo contacto con Juan ni con su padre, su asesor de comunicación no me responde -sólo recibo algún mail con comunicados-, así que sólo resta trabajar (como siempre), hacer consultas, tamizar la información y contar lo que me queda a modo de conclusión. Labor del periodista.
La dupla que importaba, cabeza-muñeca, atravesó con éxito el examen al que fue sometida en Sidney. Es cierto que fue utilizando mucho más slice en su revés a medida que pasaban los games, pero el resto respondía a voluntad. El servicio y la derecha fueron contundentes, pero el hecho de pararse demasiado invertido con su drive para ocultar y presenvar su revés dejaba descubierto el resto de la superficie celeste. Por esta razón es que debió imprimir una dinámica mayor en el desplazamiento para llegar a impactar su derecha a la carrera, perdiendo fuerza y precisión. Obviamente, al tercer día consecutivo de competencia, y luego de casi 11 meses sin pelear por los puntos, la fatiga y los dolores hicieron el resto.
Luego, siguieron más pruebas y la decisión de no jugar el primer Major de la temporada, para terminar por tercera vez en el quirófano, en busca de la tranquilidad, de saber que podrá jugar sin tener su cabeza puesta en cuándo llegará el dolor la próxima vez.
La nave de Juan atraviesa claroscuros, donde las sombras parecen querer posarse permanentemente, pero (simpre los hay), un cono de claridad se metió como cuña entre ellas. La posibilidad de continuar se abrió paso con esta nueva intervención. Se sabe que no es fácil ni agradable una intervención quirúrgica, pero al parecer es la solución.
Así opinaron los especialistas, así opinó Berger, su médico. Por eso, no hay que tomarlo como algo dramático, oscuro o trágico. Todo lo contrario, lo dramático, oscuro y trágico era lo que le venía sucediendo hasta este momento (¿o no se entendió?), es lo que lo hizo y lo obliga a parar. El vaso está medio lleno.
«Tengo sensaciones encontradas», sostuvo luego de la operación, pero sabe que en breve podrá volver a jugar su revés sin temor a sentir dolor, podrá regresar a intentar sumarse a la pelea en cada torneo, a ser parte. Pero toda claridad conlleva su sombra, esa que lo acompañará en los primeros pasos, en los primeros golpes de revés, la sombra de lo que ya pasó y que su mente debe dejar atrás.
El regreso de Juan Martín del Potro no tiene fecha ni lugar, podría ser a fines de marzo, tanto como abril o mayo. Él ya sabe que puede, que sus golpes no tienen memoria de haber estado ausentes del circuito, que su físico rinde, que demostró que, aún con un golpe menos y dando algunas ventajas, es más que otros jugadores. El tiempo y los resultados harán el resto para que sea «el final de la pesadilla».